Vivo en una caja de
fósforos en un rincón de la cocina, debajo de una mesa, a la par de un huacal.
Mi casa es pequeña, son cuatro paredes y un techo. No hay mucho adentro a lo
que pueda mirar, solo una cerilla, una piedrita y migas de pan. Hago mí día a
día dentro de la cajita. Es increíble sin embargo, lo mucho que limpio y
limpio en ese lugar.
A
comparación de mis vecinos viviendo en el huacal con sus cientos de hijos, yo
no tengo a nadie con quien hablar, discutir o jugar. La colonia de arañas
teje sus redes bajo la mesa, debo admitir que adecuada no es la palabra que
describiría la posición de mi hogar, con tantas amenazas esperando el momento
perfecto para atacar. Hasta el momento no he tenido ningún problema solo la
escena de muchos que con mi suerte no pudieron contar. De esa manera, mi
seguridad prende de un hilo. Vivo aterrado cada día cuando las migas de pan voy
a buscar, no sé si en el camino voy a quedar. Con tantos peligros para alguien
de mi tamaño, me cuesta decir que vivir es lo que hago.
No siempre tuve mi caja, antes ni vivía en este lugar.Un día mientras lamia un
poco de miel derramada en el piso vi como la caja caía desde la cocina. Al ver
que la Señora no la recogía decidí ir a explorar. Me tomo un par de pasos
llegar hasta la cajita, me subí después de muchos esfuerzo y lo pude confirmar,
solo era una caja de cerrillas, con solo una que contar. Cuando cayó al pie de
la mesa, justo a la esquina de aquel lugar, en mi mente presente sabía que no
tardaría la señora en llegar, buscar sus cerillas y levantarlas sin más.
Yo antes no tenía un lugar al que llamar hogar. Algo vacío era difícil hallar
en la cocina, lo botes ocupados estaban por las hormigas, las esquinas no eran
lugares seguros, las arañas reclamaban el lugar. La gran urbe en la cocina para
el hombre era difícil detectar. Llegue a la cocina, por accidente. Nací y viví
mi primera vida en una maceta colgada del techo que adornaba el andan. Una
noche de lluvia y viento, me sacudió por mucho tiempo hasta que aquí vine a
parar. La señora pareció no percatarse de la caja de fósforos faltante, al
parecer era reemplazable. Por muchas noches al apagarse la luz de la cocina,
pensaba como la señora al siguiente día encontraría la cajita de fósforos y a
la basura la iba a tirar. Sin embargo, pasaron más noches y más días, y la caja
permanecía en el mismo lugar. Me acostumbre de esta forma a llamar a la cajita
mi hogar.
Aunque
no niego la verdad, de querer un mejor lugar poder encontrar, pero aunque
vacía, reducida e insegura la cajita esta, no hay otra cosa a lo que pueda
llamar hogar. De esta manera recorre mi vida, al recibir la primera luz me
levanto a recoger un poco de migas de pan. En la cocina hay muchos desperdicios
que la señora se encarga de dejar, para todos es un banquete, menos para los de
más abajo, los de mi tamaño, para los que no tienen nada más que una cajita
prestada.
¡He decidido ir a explorar! Escuche un par de noches atrás, discutir a las
arañas sobre el corredor y como les gustaría tejer sus redes en ese lugar, por
ser grande, prospero, y prometedor. Mi curiosidad se iluminó. ¿Y quién no
quiere un lugar mejor? salgo temprano, tomo unas cuantas migas para el camino y
emprendo mi rumbo. Me toma un tiempo poder llegar a la puerta, por suerte no
tuve ningún retraso en el camino. Supero un par de obstáculos y ya puedo sentir
el piso vibrar por el movimiento. Grandioso y espacioso era aquel lugar.
Busqué por dos días sin embargo, un lugar nuevo que pudiera habitar, pero todo
lo que parecía habitable estaba en las alturas. Muchos corrían, de allá para
acá, nunca pude estar más de un minuto en solo un lugar. Por algo le llaman
corredor, me dijo alguien al comentar lo que veía. Mi sueño así quedo en un
sueño. Dos días y una noche bastaron para emprender mi camino de vuelta a lo
que siempre fue mi hogar, la cajita.
Al
volver esa misma tarde a la cocina y buscar mi cajita no la pude encontrar,
busqué y busqué hasta que la noche llegó, cansado de buscar me senté en el
mismo lugar que mi cajita solía estar. Mi vecino de pronto se acercó, con cara
de pena y algo de dolor. Me contó como todo había pasado, como la señora tomó
su trapo y sacudió todo el lugar. Por suerte su huacal solo fue movido unos cuantos
pasitos. Según el vecino, por limpiar la telaraña de la mesa, la señora
encontró la cajita de fósforos que por mucho tiempo había ignorado, la tomó y
directo a la basura la arrojó. Es de esta forma que mis sueños, mis
posesiones y mi hogar terminaron junto a la basura y telaraña de este lugar.
Hoy solo soy el que solía tener un hogar, ya no tengo espacio donde poner las
migas de pan.
En esta vida, aunque estuve presente, yo no viví. Todo lo que pensé tener, ya
no está. Día con día, desde entonces, me despierto y ya no recojo muchas migas
de pan, solamente espero poder ver otra vez una cajita de fósforos caer. Ahora
digo, viví en una caja de fósforos en un rincón de la cocina, debajo de una
mesa, a la par de un huacal.
Por:
Fabricio Chavarria
Que bello esta esto niño Fab!!!! Me encanto....😍😍😍😍😍
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