NOTA 3: La cajita de fósforos

Vivo en una caja de fósforos en un rincón de la cocina, debajo de una mesa, a la par de un huacal. Mi casa es pequeña, son cuatro paredes y un techo. No hay mucho adentro a lo que pueda mirar, solo una cerilla, una piedrita y migas de pan. Hago mí día a día dentro de la cajita. Es increíble sin embargo,  lo mucho que limpio y limpio en ese lugar.
A comparación de mis vecinos viviendo en el huacal con sus cientos de hijos, yo no tengo a nadie con quien hablar, discutir o jugar.  La colonia de arañas teje sus redes bajo la mesa, debo admitir que adecuada no es la palabra que describiría la posición de mi hogar, con tantas amenazas esperando el momento perfecto para atacar. Hasta el momento no he tenido ningún problema solo la escena de muchos que con mi suerte no pudieron contar. De esa manera, mi seguridad prende de un hilo. Vivo aterrado cada día cuando las migas de pan voy a buscar, no sé si en el camino voy a quedar. Con tantos peligros para alguien de mi tamaño, me cuesta decir que vivir es lo que hago. 
No siempre tuve mi caja, antes ni vivía en este lugar.Un día mientras lamia un poco de miel derramada en el piso vi como la caja caía desde la cocina. Al ver que la Señora no la recogía decidí ir a explorar. Me tomo un par de pasos llegar hasta la cajita, me subí después de muchos esfuerzo y lo pude confirmar, solo era una caja de cerrillas, con solo una que contar. Cuando cayó al pie de la mesa, justo a la esquina de aquel lugar, en mi mente presente sabía que no tardaría la señora en llegar, buscar sus cerillas y levantarlas sin más. 
Yo antes no tenía un lugar al que llamar hogar. Algo vacío era difícil hallar en la cocina, lo botes ocupados estaban por las hormigas, las esquinas no eran lugares seguros, las arañas reclamaban el lugar. La gran urbe en la cocina para el hombre era difícil detectar. Llegue a la cocina, por accidente. Nací y viví mi primera vida en una maceta colgada del techo que adornaba el andan. Una noche de lluvia y viento, me sacudió por mucho tiempo hasta que aquí vine a parar. La señora pareció no percatarse de la caja de fósforos faltante, al parecer era reemplazable. Por muchas noches al apagarse la luz de la cocina, pensaba como la señora al siguiente día encontraría la cajita de fósforos y a la basura la iba a tirar. Sin embargo, pasaron más noches y más días, y la caja permanecía en el mismo lugar. Me acostumbre de esta forma a llamar a la cajita mi hogar.
Aunque no niego la verdad, de querer un mejor lugar poder encontrar, pero aunque vacía, reducida e insegura la cajita esta, no hay otra cosa a lo que pueda llamar hogar. De esta manera recorre mi vida, al recibir la primera luz me levanto a recoger un poco de migas de pan. En la cocina hay muchos desperdicios que la señora se encarga de dejar, para todos es un banquete, menos para los de más abajo, los de mi tamaño, para los que no tienen nada más que una cajita prestada. 
¡He decidido ir a explorar! Escuche un par de noches atrás, discutir a las arañas sobre el corredor y como les gustaría tejer sus redes en ese lugar, por ser grande, prospero, y prometedor. Mi curiosidad se iluminó. ¿Y quién no quiere un lugar mejor? salgo temprano, tomo unas cuantas migas para el camino y emprendo mi rumbo. Me toma un tiempo poder llegar a la puerta, por suerte no tuve ningún retraso en el camino. Supero un par de obstáculos y ya puedo sentir el piso vibrar por el movimiento. Grandioso y espacioso era aquel lugar. Busqué por dos días sin embargo, un lugar nuevo que pudiera habitar, pero todo lo que parecía habitable estaba en las alturas. Muchos corrían, de allá para acá, nunca pude estar más de un minuto en solo un lugar. Por algo le llaman corredor, me dijo alguien al comentar lo que veía. Mi sueño así quedo en un sueño. Dos días y una noche bastaron para emprender mi camino de vuelta a lo que siempre fue mi hogar, la cajita.
Al volver esa misma tarde a la cocina y buscar mi cajita no la pude encontrar, busqué y busqué hasta que la noche llegó, cansado de buscar me senté en el mismo lugar que mi cajita solía estar. Mi vecino de pronto se acercó, con cara de pena y algo de dolor. Me contó como todo había pasado, como la señora tomó su trapo y sacudió todo el lugar. Por suerte su huacal solo fue movido unos cuantos pasitos. Según el vecino, por limpiar la telaraña de la mesa, la señora encontró la cajita de fósforos que por mucho tiempo había ignorado, la tomó y directo a la basura la arrojó.   Es de esta forma que mis sueños, mis posesiones y mi hogar terminaron junto a la basura y telaraña de este lugar. Hoy solo soy el que solía tener un hogar, ya no tengo espacio donde poner las migas de pan. 
En esta vida, aunque estuve presente, yo no viví. Todo lo que pensé tener, ya no está. Día con día, desde entonces, me despierto y ya no recojo muchas migas de pan, solamente espero poder ver otra vez una cajita de fósforos caer. Ahora digo, viví en una caja de fósforos en un rincón de la cocina, debajo de una mesa, a la par de un huacal.


Por: Fabricio Chavarria 

Comentarios

Publicar un comentario