En tiempos en donde la competitividad es requerida en muchas
de los rubros de la sociedad, es imperativo pensar sobre qué tan competitivo
somos como personas y profesionales. Inevitablemente y como efecto cascada, al
ser un profesional de la educación, me cuestiono ¿Qué tan competitiva es mi
labor? ¿Qué tan competitiva fue mi educación en todos sus niveles? ¿Qué tan
competitiva es la enseñanza ofrecida? ¿… la educación del país? Y así, un
sinfín de preguntas que pueden surgir a raíz de este principio de
competitividad. Además, soy consciente de la correlación que existe entre la
educación y el mundo laboral, desencadenando así, otro hilo de cuestionamientos
sobre qué tan competitivos somos como personas, estudiantes y profesionales. Al
poner atención a estas interrogantes, se puede observar que, en cuestión de la
formación, indudablemente hay requerimientos que la misma competitividad
sugiere y estos no están limitados al mero conocimiento.
La educación en el país indudablemente ha
evolucionado, los currículos educativos en todos sus niveles han cambiado con
el paso de los años. Sin embargo, en los últimos diez años he sido testigo
desde una perspectiva de usuario del sistema educativo nacional hasta la de un
profesional de la educación, de la importancia exclusiva que se le da a la
tecnicidad del conocimiento, obviando otras áreas que pueden ser igual o
incluso más importantes hoy en día en el mundo laboral en donde las empresas y
organizaciones, contrario a la creencia popular, que lo más importante es el
conocimiento técnico o habilidades duras, están priorizando las habilidades
blandas de los candidatos; al considerar que las habilidades duras son más
fáciles de reforzar mediante la practica o experiencia, mientras las
habilidades blandas se complican, y requieren mayor esfuerzo.
Entonces que debemos entender como habilidades duras y
blandas, cuál es su importancia y qué rol juega la educación en la construcción
de estas competencias. Como lo explica, María Rosa Buxarrais Estrada, en su artículo
nuevos valores para una nueva sociedad. Un cambio de paradigma en educación,
hay ciertas consideraciones que se deben hacer para lograr un mejor
entendimiento de este tema: “Todos los ámbitos del sistema educativo actual,
desde el diseño curricular hasta la disposición de las aulas, se sostienen
sobre los valores del sistema de producción industrial.” (Buxarrais, 4) De esta
forma la teoría que el conocimiento técnico debe prevalecer en la formación del
estudiante se refuerza, sin embargo, a su criterio, las habilidades académicas,
técnicas y de conocimiento o conocidas como habilidades duras, pueden verse
reforzadas por su contraparte, las habilidades blandas. “Básicamente, las
habilidades blandas se refieren a las personalidades, atributos, cualidades y
comportamiento personal de los individuos. Las habilidades blandas incluyen
ciertas habilidades como la comunicación, la resolución de problemas, la automotivación,
la toma de decisiones y las habilidades de gestión del tiempo.” (Gupta, 2009). Debemos
entender entonces, que las habilidades blandas se adquieren para ayudarle a los
estudiantes y profesionales a tener éxito en la vida. A menudo incluyen
habilidades sociales y emocionales, habilidades de pensamiento crítico y
habilidades que facilitan las interacciones positivas con los demás y la
capacidad de superar los desafíos.
En por ello que, para contextos laborales actuales en
donde la interacción de hasta cuatro generaciones, los baby boomers, la generación
X, los millenials y la generación Z se suscita, es necesario
un cambio de perspectiva en la formación de los estudiantes, para lograr
habilidades que les permitan navegar efectivamente en estas nuevas realidades. Majid, S., et al, sugieren que “Las
habilidades sociales apropiadas juegan un papel importante en una carrera
exitosa. Estas habilidades también son muy buscadas por los empleadores que
reclutan a los recién graduados.” (1). Por ende, el rol de todos los autores
educativos debería estar orientado a la formación tanto de habilidades duras complementadas
con habilidades blandas, y es allí donde el verdadero concepto de profesional
competitivo se ira forjando. Dejando así, de cometer errores como los de
relegar la formación de las habilidades blandas exclusivamente a la familia y
comunidad, aventurándonos a que la persona no las desarrolle eficazmente y que
no se pueda lograr la plenitud al ser un profesional competente. En conclusión, es importante
considerar el potencial que conlleva el instruir e instruirnos para el desarrollo
de ambas habilidades, duras y blandas para aspirar a una verdadera
competitividad en el área que nos desarrollemos y este principio incluso es reforzado en
el pensamiento cristiano, cuando en proverbios se sugiere que “El hierro se
afila con el hierro y el hombre con el trato con el hombre” (Proverbios 27:17).
Bibliografía.
·
Buxarrais Estrada, M. R. «NUEVOS
VALORES PARA UNA NUEVA SOCIEDAD. UN CAMBIO DE PARADIGMA EN
EDUCACIÓN». Edetania. Estudios Y Propuestas Socioeducativas, n.º 43, julio
de 2013, pp. 53-65, https://revistas.ucv.es/index.php/Edetania/article/view/215.
·
Gupta, Y. (2009).
Building a better business student. BizEd, 9(6), 62-63. 9 de junio,2020.
·
Majid, S., Liming, Z.,
Tong, S., & Raihana, S. (2012). Importance of soft skills for education and
career success. International Journal for Cross-Disciplinary
Subjects in Education, 2(2), 1
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