Al silencio del niño

Querido lector,

Solita y angustiada, caen en cascadas de rímel, tiñendo mejillas caobas, color de la mezcla dolor y sangre. Silencio nocturno orqueta su llanto comprimido en capsulas de juicio dictado, pero autoinfligido. Pero ¿qué hace un niño si ve el desgarre del alma a contraluz de la luna?  Guarda silencio y absorbe las penas de ver una hermana amarrada en cadenas de penas y desolado desconsuelo. Palpita de impotencia y en su cabeza cruzan palabras, que su boca no se atreve a pronunciar.

Suelen mostrarte el amor como infalible bien, pero el llanto al otro lado de la pared moja las paredes con impotencia y rabia por la traición del embustero, que daña sin metro y marca heridas con corte parejo. No me dan las piernas la fuerza para moverme y descubrir agonía, si sabré que al alba se teñirá de carácter la pena perdida. ¿Qué dice el niño de nula experiencia ante el crimen de aquel que juró amor? Piensa en medio del bullicio del llanto entrecortado ¿Cómo puede ser fuerte y decir lo que se necesita escuchar para tapar vacíos de su ser querido? ¿Habrá curitas para sanar el alma o remedio casero para mermar el lamento?

La tragedia de aquel que escucha desde su cama el llanto del corazón traicionado que no borra de sus miedos llegar a adulto y no haber aprendido a combatir la soledad con silenciosa y solemne compañía. Aquella noche lloraba en la esquina sus penas en posición de cuclillas, pero al otro lado de la pared, escuchaba un niño por primera vez, que el amor también se siente a dolor y pena.

Hasta otra nota,

Diálogos de Almohada.

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