Querido lector,
En el templo de mi iglesia
profeso amor a un dios pagano. Lo alabó con entrega y él me paga con dolor. El párroco,
cada mañana le lleva su ofrenda de dignidad y mi falso dios la devora completa.
En el templo de esa iglesia,
enciendo una vela. El aura blasfema de mis penas es su tentación. Sin embargo,
una peculiaridad inhibe el respiro. Aquella vela, aunque encendida, no alumbra
el lugar.
Me di cuenta que a mi dios,
lo adoran otro más. Que su gloria es un mapa de mentiras, donde yo busco la
verdad. Sintiendo como el abismo alcanza mis pies y la gravedad del Seol me entierra
los pies.
Pero siendo un buen creyente,
doy vida a mil cirios en la oscuridad de tus caminos. Batallo contra la persecución
de mis errores y los fantasmas de mis penas.
Te di de mi fuego para
apagar la oscuridad y encender la luz de tu alma. Pero contigo más dura un acto
pagado a una ramera, la promesa de te amaré por siempre.
Hasta otra nota,
Diálogos de Almohada.
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