Ofrece una ofrenda de consuelo a los caídos.
En lo alto y sagrado del monte Helicón viaja con ropas de peregrino.
Al parecer el trance de Morfeo caló fuerte en sus entrañas,
que le llevaron por sendero de musas.
Indigno a tal pulcritud y belleza de folclórica niebla,
siente vergüenza de infante.
Pronto, devela la luz los ropajes de la primera y anfitriona.
¡Concede permiso Apolo, de vivir el sueño del arte!
Se manifiesta Calíope en majestuosa elocuencia de palabras,
lanzadas al viento y posadas en inspiración a los oídos.
Si de conceder un consejo, que renuncie al arte no sea uno de ellos.
¿Permitirás que tal peregrino ponga pie más allá de este punto en el camino?
¿Sabrá aquél el son de la velada?
Invita a Clío a ser testigo de la historia jamás contada por la suerte del sediento de las Bellas Artes;
instruye su puño a ser más prolijo,
dulce al tacto con el papel y soluble como el alma plasmada en la tinta.
Roba luego sus suspiros, Erato;
declámale poesía de Cupido.
Ya no es un niño, pero conserva su alma amorosa.
Ahora escucha el sonido de la flauta, instrumento que alimenta el espíritu.
Se sonroja Euterpe, mientras baila al ritmo de lo divino.
Melpómene, entiende a los incomprendidos que cayeron en tragedia.
Larga túnica y mascara profunda.
Releva el drama con catarsis.
Talía acompaña ahora la travesía y ameniza la risa.
Ensancha su corazón de alegría y que la pena sea solo un mal recuerdo.
Polimnia, salva lo sagrado y conságralo con tus labios.
Disipa los sueños de duda y ameniza el himno de la vida.
¡Baila, baila, baila! Terpsícore. ¡Baila, baila, baila!
Es tu hermana, Urania quien se asoma.
Brilla en adornos de cuarzos que contienen el centro de la constelación.
Ha conocido ahora el peregrino el sendero del arte;
el camino de las musas, la inspiración pura.
¿Ha de saber ahora el peregrino que no hay secreto del alma que no sea mejor guardado que en el cofre de la inspiración artística?
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