Reflejos en distancia



 Fuimos despilfarro de tiempo, crédulos que lo teníamos. No te alejes más lejos de un mensaje, te lo pido. Somos malentendidos de la coincidencia, que bruta se porta en temas de elocuencia.

Somos ahora doscientos kilómetros de espacio, para no tocarnos las manos. Ahora tus sábanas acobijan el frío de otro extraño.

Somos un casi nos vemos de cercanías, que en cuadras se dividen. Somos placeres de orgullo que no se hacen daño. Dejé decirle no al texto de una promesa, como antes me cohibían las esperanzas de un único encuentro.

Soy buen partido, pero no en tu apuesta. Me dices que no, sin ninguna otra respuesta. Sabemos que no somos niños, pero quieres bonito. Porque entre bueno y bonito, escoges lo último.

Soy sólo yo, tu encanto de lejos. Mientras no haya bulto, mientras no haya trecho. Porque si encontrarte fuera sencillo, ayer y anteayer nos hubiéramos visto.

¿Sabes qué color eres en mis recuerdos? Dorado atardecer. Tan cercano a la oscuridad. La última luz antes de la noche. Así de fugaz; así de bonito. Así veré cada dorado atardecer antes de nuestro anhelado encuentro.

Serás ese comodín recurrente, el de la llamada. Sos la llamada de un millón de dólares. El problema mío será saber si tú contestas o si me das la respuesta correcta.

Uno en la vida no debe sentarse solo en mesas donde sé es el experto. Eso es lo más fácil y lo más egocéntrico. Siempre busqué tu mesa porque era la mesa en la que menos sabía. Mi soberbia de aprender se alineó a tus palabras. Ahora estoy celoso de tu soledad o compañía.

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